黒い雨 Lluvia negra

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Suena una explosión y los pasajeros de un tren despiertan aturdidos con las caras quemadas entre el amasijo de hierros de los vagones. Son imágenes en blanco y negro de los últimos días de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos acaba de lanzar la bomba sobre la ciudad de Hiroshima. El director Shohei Imamura comienza su película sin mucho dramatismo, y rápidamente traslada la acción a un tranquilo pueblo de la provincia con los mismos personajes unos años más tarde. La familia Shizuma, compuesta por un matrimonio de mediana edad y una sobrina a la que han criado desde niña, hacen preparativos para una boda que nunca se celebrará. Los pretendientes se suceden pero la duda sobre la radiación y la futura salud de la novia y sus descendientes, les hace desistir y terminan rechazando a la bonita y diligente Yasuko porque sufrió la lluvia negra de residuos tóxicos que siguió a la bomba.

Serán los diarios de tío y sobrina los que, en forma de flashback nos lleven por fin al epicentro de la tragedia nuclear, donde una sucesión de cuerpos calcinados se amontonan en las calles, se arrastran como muertos vivientes o son arrastrados por la corriente de los ríos. Pequeñas historias como microcuentos dentro del argumento mostrarán a un hombre que no reconoce a su desfigurado hermano pequeño y le pide pruebas de que es realmente él; o a un padre que ha de abandonar a su hijo atrapado por vigas de hormigón porque el fuego se acerca; o a un hombre enloquecido que grita ‘¿dónde está Hiroshima?’ antes de lanzarse por la ventana. Y todo ello en un interminable universo dantesco que desgraciadamente puede no haber estado muy lejos de la realidad.

El ritmo tranquilo del filme y la vida armoniosa del pueblo con sus campos de arroz y la humanidad de sus paisanos contrasta con la sucesión de víctimas de la bomba –hibakusha– cuyos síntomas aparecen ineluctablemente para hacerles perecer uno tras otro. A través de dichos personajes se indaga sobre los motivos del lanzamiento de la bomba: si la guerra ya estaba prácticamente acabada, ¿por qué se tiró?, ¿por qué se lanzó sobre Hiroshima? Pero las respuestas quedan en el aire y el mundo olvida con facilidad, preparado para cometer los mismos errores.

Más que sobre la muerte en sí misma de los habitantes de la ciudad, la película incide en la desesperanza de una generación que ha de vivir con el miedo a los síntomas de la radiación, el rechazo social al que son expuestos y, sobre todo, denuncia el fin de la tradición familiar, ese tesoro japonés: la imposibilidad de honrar a los antepasados con la continuidad de la línea familiar.

Kenzaburo Oe, escritor japonés premio Nobel en 1994 y activista antinuclear reflexiona sobre las guerras y pide que antes de acometerlas, se piense en las posibles consecuencias negativas para las poblaciones afectadas en lugar de en los motivos geoestratégicos y económicos que normalmente las ocasionan. Kuroi Ame debería ser una visión obligada para todos aquellos que tengan el poder de comenzarlas.

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