
Por muy civilizados que estemos, siempre nos acaba saliendo una vena violenta en determinadas circunstancias. Es como si el cuerpo nos recordara nuestros orígenes homínidos de caza y lucha, especialmente al género masculino, macho, varón, seductor y peleón.
De hecho, la sociedad parece haber evolucionado más rápidamente que nuestros cuerpos, y de ahí los problemas de estrés por esa imposibilidad de desahogar el exceso de tensión mediante la lucha, el movimiento, etc. Sin embargo, yo he encontrado la receta perfecta, el thai boxing: siempre y cuando seas tú el único que golpea, claro.