
Dos días de yukatas, puestos ambulantes y humeantes de yakisoba y yakitori , una casa del terror cuyos cobradores asustaban más que lo que pudiera haber dentro, fotos, sonrisas, pelucones indecentes, turistas perplejos, bellezas niponas, y un decepcionante fuego de artificio: así fue el Tenjin Matsuri de 2007.