
Shinzo Abe, el hijo político de Junichiro Koizumi
La semana pasada Abe se convirtió en el nuevo presidente del PLD (Partido Liberal Democrático) y apenas dentro de unos días será nombrado primer ministro de Japón. El mandato de Junichiro Koizumi llegó a su fin y éste prácticamente dejó colocado a su acólito. Es muy comentado que Abe será el primer mandatario japonés nacido en la posguerra, aunque también se habla de sus lazos sanguíneos con anteriores épocas políticas: nieto de primer ministro e hijo de ministro. Todo va por sagas familiares. Y si no, que se lo pregunten a Bush o a Aznar. En cuanto a su orientación política, es conservador de la línea dura, y previsiblemente seguirá la política económica de privatización y liberalización de mercados propiciada por su antecesor en el cargo, Koizumi. Éste se había convertido en un icono para una gran parte de la población japonesa. La crisis económica más deflación de los años 90 habían afectado al estado de ánimo general del pueblo, y la aparición de este señor madurito con peinado a lo Richard Gere, simpático en las fiestas pero impasible y autoritario en las negociaciones generó la simpatía de una gran parte de los japoneses, que podían volver a sentirse orgullosos de serlo con las actitudes del nuevo mandatario. De hecho, representaba el ideal del carácter masculino japonés: serio y callado pero decidido y fuerte, intransigente y honesto.
Koizumi, durante su mandato, flirteó con la administración Bush e incluso, sorteando la Constitución japonesa de posguerra, envió tropas a Irak en 2003 para ganarse reputación internacional y las simpatías americanas. Aunque para algunos esta acción contradecía la tendencia pacifista o, por lo menos no intervencionista, de Japón en asuntos políticos internacionales, en realidad llenó de orgullo a muchos otros que veían en esa intervención un renacer de la dignidad y el orgullo nipones en el mundo. Era sorprendente que un pueblo con conciencia de ser la élite asiática y con un no tan lejano pasado imperialista hubiera abandonado por completo actitudes belicosas. Por eso, creo que a partir del envío de tropas japonesas a Irak y la cuestión de Corea del Norte, a pesar de las alarmas antibelicistas de unos pocos intelectuales y estudiantes japoneses, la progresiva militarización y el intervencionismo de Japón en asuntos internacionales van a ser un hecho.
En esa línea reivindicativa del orgullo nipón y del pasado, Koizumi, sin importarle demasiado las repercusiones diplomáticas de ello, se dedicó a visitar todos los años el templo de Yasukuni, donde se encuentran enterrados numerosos soldados japoneses de la Segunda Guerra, entre ellos algunos condenados como criminales de guerra tipo A. Este templo simboliza en Asia el pasado imperialista japonés, y las visitas de un primer ministro al mismo, aún a título “personal no institucional”, son un insulto para dichos países. Esta acción de Koizumi sí ha provocado que muchos japoneses lo critiquen –nadie quiere reabrir heridas del pasado ni tener problemas con los chinos- y que su triunfal mandato quede empañado por su cabezonería. Es algo parecido a lo que le sucedió a Aznar con su apoyo incondicional a la bushiana guerra de Irak aun a sabiendas de que la mayoría de la población estaba en contra. Pero a España le cayeron las bombas de Atocha y el partido de Aznar perdió las elecciones por ello. En Japón, las consecuencias no han sido tan negativas y, debido a la tremenda popularidad de Koizumi, el PLD seguirá en el poder.
Tengan razón o no las críticas de China y Corea del Sur frente a las simbólicas visitas de Koizumi al templo de marras, éstas han generado un innecesario clima de tensión con dichos países, ahora que las relaciones de Japón con ellos eran relativamente buenas, el comercio y la colaboración tecnológico-industrial estaban teniendo un boom, y son tan necesarios para lidiar con Corea del Norte por la cuestión de los misiles: en julio de este año, Corea del Norte lanzó 7 misiles nucleares de corto y largo alcance en el mar de Japón, ora como provocación ora como medida de presión para posibles negociaciones con Japón y EEUU. Japón está creando un escudo balístico de protección contra misiles nucleares pero no debe arriesgarse a un conflicto innecesario con Corea del Norte. Y China podría ser una buena mediadora en el asunto, especialmente ahora que EEUU se está acercando a ella para tenerla como aliada económica y estratégica: ¡es un mercado de más de 1.200 millones de personas!
Shinzo Abe parece que puede normalizar las relaciones con China y Corea, simplemente no visitando el condenado templo, aunque para sus adentros se sienta orgulloso de las anexiones imperialistas de su país en Corea y la Manchuria china en los años 1910 y 1931 respectivamente, amén de las correrías que los japoneses hicieron con los chinos en lugares como Nanking en 1937 (se especula con la cifra de 300.000 muertes de civiles y es uno de los asuntos difíciles de olvidar que más fomenta el rencor chino).
De cualquier modo, siguiendo con Abe, aunque no parece tener el mismo gancho personal de su antecesor, es un hombre inteligente y práctico que, por ejemplo, para asegurarse la mayoría en el Congreso, ya ha invitado a volver al PLD a los que en su día Koizumi expulsó por no seguir la disciplina del partido en el asunto de la privatización de Correos. También ha mostrado su intención de mostrar mano dura con los norcoreanos es el asunto de los secuestros de ciudadanos japoneses en los años 70 y 80 para exigir su devolución, y en el tema de los misiles. Pero para ello va a necesitar el apoyo de Estados Unidos, Rusia, China y Corea de Sur.
Habrá que esperar unas semanas para ver cómo continua esta “telenovela” asiática.