
Tres días bastan para adentrarse en el laberinto lisboeta de estrechas y empinadas calles de Alfama, los bares chic y las discotecas africanas del Bairro Alto, las plazas llenas de músicos de jazz de la Baixa, y un poco de historia en Belém, desde donde partieron los aventureros portugueses del XV y XVI hacia África, Asia y América.